EL
AGUE BANANERO
La
creciente demanda de banano de Europa y Estados Unidos y el impacto de
plagas y huracanes en las plantaciones centroamericanas fueron dos
factores que pesaron para que el gobierno de Galo Plaza Lasso se pusiera
como objetivo convertir a Ecuador en productor de banano. La mano de
obra barata, la disponibilidad de tierra agrícola, la política de
fomento del gobierno -que incluía créditos y obras de infraestructura- y
la ausencia de plagas y huracanes en el país sentaron las condiciones
para que el país fuera el primer productor mundial de la fruta. La
exportación de banano fue el eje de la economía ecuatoriana hasta los
años 70, cuando fue suplantada por el petróleo.
El
proceso inicial de expansión del banano duró hasta fines de 1950 y se
sustentó en las pequeñas y medianas plantaciones, debido a una política
que fomentaba este tipo de producción por parte del gobierno y evitaba
la concentración de tierra y capital en pocas manos, como sucedió con el
auge cacaotero. Este proceso desencadenó la formación de una burguesía
agraria que fortaleció a la clase media, la cual, según la concepción
gobiernista, era la portadora de los valores democráticos. La estrategia
apuntaba también a crear una sociedad con mayor capacidad de consumo.
Las empresas transnacionales -como la United Fruit Co.- sólo
intervinieron en la etapa de comercialización.
Durante
los años 60, las plantaciones centroamericanas empezaron a recuperarse,
lo que supuso una disminución de la demanda para la fruta ecuatoriana.
La crisis de sobreproducción y la presencia de plagas golpearon con
fuerza a los pequeños y medianos productores, quienes no contaban con el
capital para hacer frente a períodos de crisis o nuevas inversiones. La
quiebra de los pequeños productores fue aprovechada por los grandes
propietarios, quienes iniciaron la etapa bananera de la gran plantación
en la Costa ecuatoriana. Muchas veces estos combinaban la producción con
la actividad exportadora, imponiendo precios a los pequeños productores
que aún hoy subsisten en el agro de la Costa.
Económicamente,
los efectos del auge bananero en el país fueron importantes. Se
profundizó el modelo de desarrollo capitalista en relación con el
mercado mundial. Ecuador se insertó en un orden internacional en el que
asumió claramente el papel de proveedores. Al mismo tiempo se produjo un
aumento de la producción nacional en distintos órdenes, se expandieron
las relaciones salariales, creció el mercado interno y la economía se
diversificó. Los sectores que crecieron fueron la industria, la
construcción, la pesca industrial, la producción agropecuaria, el
comercio, la banca, el transporte y las comunicaciones.
El
desarrollo urbano que se había anunciado tímidamente desde inicios del
siglo XX se intensificó notablemente. El Estado desarrollista,
sustentado en una economía en crecimiento, fomentó la profesionalización
de sus capas medias. En la Sierra el auge bananero y los límites
propios de un sistema caduco provocaron la descomposición del sistema de
hacienda tradicional, el cual enfrentó la necesidad de modernizarse.
Mucha población emigró a la Costa y otra engrosó la población de las
ciudades de la Sierra. Sin embargo, y a pesar de los cambios, no hubo
una transformación generalizada de las relaciones sociales y económicas.
Las oligarquías regionales seguían teniendo mucho poder.
Cuando
las exportaciones bananeras empezaron a decaer en los años 60, el
Estado regulador y planificador orientó la economía, hasta entonces
dependiente del mercado exterior, hacia el modelo de sustitución de
importaciones que privilegió el desarrollo interno.
Desde
1948, los protagonistas de la vida política ecuatoriana hicieron un
esfuerzo común por alcanzar una estabilidad que se veía como condición
indispensable para el progreso y el desarrollo del país. Este esfuerzo
estuvo apoyado por una coyuntura económica favorable que se tradujo en
la ordenada sucesión democrática de cuatro gobiernos: en 1952 triunfó
Velasco Ibarra; en 1956, Camilo Ponce Enríquez; y en 1960, otra vez
Velasco Ibarra