martes, 21 de mayo de 2013


EL AGUE BANANERO



La creciente demanda de banano de Europa y Estados Unidos y el impacto de plagas y huracanes en las plantaciones centroamericanas fueron dos factores que pesaron para que el gobierno de Galo Plaza Lasso se pusiera como objetivo convertir a Ecuador en productor de banano. La mano de obra barata, la disponibilidad de tierra agrícola, la política de fomento del gobierno -que incluía créditos y obras de infraestructura- y la ausencia de plagas y huracanes en el país sentaron las condiciones para que el país fuera el primer productor mundial de la fruta. La exportación de banano fue el eje de la economía ecuatoriana hasta los años 70, cuando fue suplantada por el petróleo.
El proceso inicial de expansión del banano duró hasta fines de 1950 y se sustentó en las pequeñas y medianas plantaciones, debido a una política que fomentaba este tipo de producción por parte del gobierno y evitaba la concentración de tierra y capital en pocas manos, como sucedió con el auge cacaotero. Este proceso desencadenó la formación de una burguesía agraria que fortaleció a la clase media, la cual, según la concepción gobiernista, era la portadora de los valores democráticos. La estrategia apuntaba también a crear una sociedad con mayor capacidad de consumo. Las empresas transnacionales -como la United Fruit Co.- sólo intervinieron en la etapa de comercialización.
Durante los años 60, las plantaciones centroamericanas empezaron a recuperarse, lo que supuso una disminución de la demanda para la fruta ecuatoriana. La crisis de sobreproducción y la presencia de plagas golpearon con fuerza a los pequeños y medianos productores, quienes no contaban con el capital para hacer frente a períodos de crisis o nuevas inversiones. La quiebra de los pequeños productores fue aprovechada por los grandes propietarios, quienes iniciaron la etapa bananera de la gran plantación en la Costa ecuatoriana. Muchas veces estos combinaban la producción con la actividad exportadora, imponiendo precios a los pequeños productores que aún hoy subsisten en el agro de la Costa.
Económicamente, los efectos del auge bananero en el país fueron importantes. Se profundizó el modelo de desarrollo capitalista en relación con el mercado mundial. Ecuador se insertó en un orden internacional en el que asumió claramente el papel de proveedores. Al mismo tiempo se produjo un aumento de la producción nacional en distintos órdenes, se expandieron las relaciones salariales, creció el mercado interno y la economía se diversificó. Los sectores que crecieron fueron la industria, la construcción, la pesca industrial, la producción agropecuaria, el comercio, la banca, el transporte y las comunicaciones.
El desarrollo urbano que se había anunciado tímidamente desde inicios del siglo XX se intensificó notablemente. El Estado desarrollista, sustentado en una economía en crecimiento, fomentó la profesionalización de sus capas medias. En la Sierra el auge bananero y los límites propios de un sistema caduco provocaron la descomposición del sistema de hacienda tradicional, el cual enfrentó la necesidad de modernizarse. Mucha población emigró a la Costa y otra engrosó la población de las ciudades de la Sierra. Sin embargo, y a pesar de los cambios, no hubo una transformación generalizada de las relaciones sociales y económicas. Las oligarquías regionales seguían teniendo mucho poder.
Cuando las exportaciones bananeras empezaron a decaer en los años 60, el Estado regulador y planificador orientó la economía, hasta entonces dependiente del mercado exterior, hacia el modelo de sustitución de importaciones que privilegió el desarrollo interno.
Desde 1948, los protagonistas de la vida política ecuatoriana hicieron un esfuerzo común por alcanzar una estabilidad que se veía como condición indispensable para el progreso y el desarrollo del país. Este esfuerzo estuvo apoyado por una coyuntura económica favorable que se tradujo en la ordenada sucesión democrática de cuatro gobiernos: en 1952 triunfó Velasco Ibarra; en 1956, Camilo Ponce Enríquez; y en 1960, otra vez Velasco Ibarra


Luego de prácticamente tres décadas de crisis económica (1920-1950) ligadas al derrumbe de las exportaciones del cacao en el Ecuador, bajo el gobierno de Galo Plaza Lasso y el interés de la United Fuit Company, se expandió la producción del banano. 

La exportación de esta fruta recuperó la economía nacional y favoreció una "rara" institucionalidad política, pues lograron sucederse los gobiernos de Galo Plaza (1948-52), José María Velasco Ibarra (1952-56) y Camilo Ponce Enríquez (1956-60). 

En la década de los sesenta revivió la inestabilidad gubernamental por una serie de factores internacionales y políticos internos (derivados de la Guerra Fría en Latinoamérica a propósito del triunfo de la Revolución Cubana en 1959), pero también porque otra vez la economía del país se vio afectada con la crisis de las exportaciones de banano, hasta que durante la década de los noventa la producción y exportación de la fruta recuperó su esplendor económico.

Diversos estudios demostraron que, antes del petróleo, el auge bananero afirmó el desarrollo capitalista ecuatoriano, expandió las fronteras agrícolas del litoral, amplió las comunicaciones y el transporte entre Costa y Sierra, dinamizó varias ciudades intermedias, aceleró las migraciones a la Costa, enraizó el crecimiento del suburbio en Guayaquil y creó bases para el aparecimiento del populismo.

Además, el banano se levantó con apoyo estatal principalmente a través del Banco Nacional de Fomento, fortaleció a un sector oligopólico de exportadores, se sustentó en la amplia producción de medianos y pequeños propietarios y se basó en el moderno trabajo asalariado. 

Siempre hubo contradicciones entre exportadores y productores. Pero históricamente ha sido más grave la situación de los trabajadores bananeros, cuyas condiciones de explotación y vida contrastan con los magnates del banano